¿Podrías decirme, por favor, qué camino debó seguir para salir de aquí? – preguntó Alicia al gato de Cheshire.
Esto depende del sitio al que quieras llegar – le respondió el gato.
No me importa mucho el sitio…
Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes.
¿Sabemos siempre dónde vamos?
¿Hemos empezado a caminar?
¿Somos conscientes de que para movernos es necesario caminar mucho y muy rápido?
¿Y de que… no hay vuelta atrás?
Estamos en un entorno con muchas encrucijadas, se trata pues de escoger un camino y avanzar por él: usando esta idea como eje, y, en particular, la experiencia de hacer el Camino de Santiago, una actividad emblemática de Cojebro, es posible obtener algunas buenas lecciones orientadas a buscar la excelencia en la gestión.
Como la lista es (sorprendentemente) larga, aquí van a algunas de las que creo más significativas:
Antes de caminar, planifícate:
- No te obsesiones con los sellos del Camino, focaliza el destino, que es llegar a Santiago, no cualquier objetivo parcial –un bar con un sello de goma–.
- Lo que cargas en la mochila es lo que arrastras, apunta a los temas realmente importantes.
- Distingue ente lo posible y lo deseable. ¿Tiene sentido caminar 30 kilómetros y no poder moverte al día siguiente? Olvídate de estrategias voluntaristas. El antónimo de ambicioso no es prudente, es desinteresado. ¿Es tan malo ser algo más realista?
- La mitad de lo que lleves en la mochila (o en la maleta…) no te lo vas a poner. Demasiada complejidad no lleva a mejores resultados, lleva a mayor caos.
Adáptate al medio con resiliencia:
- En el camino puedes encontrar cosas, evita cargarte de más. No hace falta cargarte con dos kilos de naranjas y uno de galletas, las puedes comprar. En la vida, como en los planes, los cambios son necesarios –cuando son buenos– para seguir la senda correcta.
- No supongas que siempre encontrarás fuentes o que nunca lloverá, siempre es bueno llevar una cantimplora y un paraguas. En un entorno como el actual y en un mercado como el de seguros, es muy importante tener claro qué objetivos tienen las diferentes partes, de quién son los clientes y el servicio que esperan de ti. Debes estar preparado para lo peor.
Mejora un poco cada día:
- Entrénate con el calzado, no lo estrenes al empezar el Camino. No hay peor experiencia en el Camino que estrenar calzado. Con los zapatos “gastados” –que es el equivalente a una gestión consolidada– es tanto o más importante mejorar la técnica –la mejora continua– que lanzarse de cabeza a los “cantos de sirena” de los procesos radicales de transformación.
- Si no sabes usar los palos, mejor no los lleves. No hay que dejar de centrarse en lo que uno sabe. Como dice el refrán marinero: “a buen marinero, buena mar”.
Y el Camino es aún mejor si vas acompañado. José Pékerman, un entrenador de origen argentino que entrenó, entre otros, a la selección de Colombia, lo resume en una maravillosa frase: Tú decides, si quieres ir solo a lo mejor llegas más rápido, pero si vas con alguien llegarás más lejos.
Y al final… como dice Paulo Coelho “Santiago no es el final del Camino, es el principio”, cuando llegas a la Plaza del Obradoiro lo celebras en compañía.
En conclusión, el mensaje es: sumar un buen plan, ser resiliente, adaptarse y centrarse en ser mejor cada día, suma y mucho, y si a esto se incorpora “el valor de ser Cojebro” entonces, multiplica.